" LA MUNTANYA A SANT MARTI "

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dimarts, 6 de maig del 2014




“Ya no puedo ver el Makalu de la misma manera que cuando llegué. Todo ha cambiado y tendré que reconstruir mi motivación sobre un nuevo escenario.”

Son las palabras de Ferrán Latorre desde el campo base del Makalu, después del gran esfuerzo que él y el australiano Ralph Schweizer realizaron el pasado día 2 de mayo para intentar descender al francés Yannick Gagneret, en mal estado, hasta el campo base desde el campo 2.

Aunque consiguieron bajarle hasta el campo 1, en donde otro grupo ya con oxígeno y camilla esperaba, sus esfuerzos fueron vanos.

“Antes de venir aquí, el Makalu era mi ochomil preferido. El recuerdo que tenía de los intentos en el Pilar Oeste convirtieron esta montaña en un templo de los valores más genuinos de la montaña. En el pilar Oeste recuerdo escalar a 7600 m en ese muro de roca rojo que con el tiempo ha resultado ser el lugar más increíble en el que nunca he estado.”

En el campo base se encontró con una sorpresa: allí estaba, en la montaña de Lionel Terray, Jean Couzy, y Yannick Seigneur, otro francés, Yannick Gagneret, con el que Ferrán había compartido campo base en el Lhotse ahora hace un año.

El pasado día 1 de mayo durmieron en el (alto) campo 2 de esta montaña, situado a 7.400m. El día 2 por la mañana el estado del francés mostraba evidentes signos de edema cerebral. Schweizer y Ferrán Latorre decidieron descender con él. “Nos quedamos el australiano Ralph Schweizer y yo a ayudar a Yannick a bajar durante 5 horas por un terreno complicado y bajo un tiempo horroroso hasta el Campo 1, después que por la mañana presentara síntomas evidentes de edema cerebral.”

Le ofrecieron la medicación, y a las 10 iniciaban el descenso. “No podía sostenerse de pie ni dar un paso seguido, y él mismo se dio cuenta de la gravedad de la situación, de la que, tumbado en la tienda, no era tan consciente. El recorrido era el peor para un rescate, buena parte en diagonales, por terreno mixto, no vertical, con cientos de escalones y pasos verticales cortos. Lo bajábamos estirado, de culo, de lado… él colaboraba como podía. Ralph y yo creo que formamos un buen equipo: exhaustos los dos sin haber comido ni bebido casi nada en las últimas 24 y sin tan solo haber dormido ni 5 minutos y todavía con falta de aclimatación, enseguida nos coordinamos bastante bien. Animábamos a Yannick constantemente, que a pesar de las continuas pausas necesarias seguía bastante consciente, y obedecía a nuestras reiteradas y a veces airadas indicaciones.”

Tenían la ilusión puesta en que Yannick no mejoraba, pero tampoco empeoraba, y en la llegada de refuerzos: por radio se coordinaban con Chris Warner y el doctor de Himalayan Experience. El último tramo antes de llegar hasta donde el grupo de apoyo, compuesto por ellos y sherpas de diferentes agencias, se encontraba fue el más duro, “nos quedaba por bajar el último muro de roca. El rescate se ralentizó y el tiempo comenzó a ser infernal y yo no podía dejar de tiritar por el frío y el desgaste.”

Hasta que finalmente, a las 15h, algo por encima del campo 1, situado a 6.700m de altura, se encontraron con Chris Warner, Dan Jenkins y Lakbah, que esperaban con oxígeno suplementario y una camilla. “Me abracé a Chris, antiguo amigo y simpático americano. Y también me fundí en un fuerte y emocionado abrazo con Ralph, un abrazo que nunca olvidaré: lo dimos todo, lo mejor de nosotros y creo que aquel 2 de mayo viví una de las experiencias más duras de mi vida como alpinista. Nada es comparable a las miradas que intercambiamos con Yannick. Nada es comparable al esfuerzo que hicimos metro a metro para bajarlo. Ni ningún paso de escalada extremo en roca, ni ningún paso mixto que nunca haya solucionado, ni ningún metro de nieve blanda que nunca haya tenido que abrir. Nada es, ni nunca será, comparable a cada paso que hicimos los tres juntos hacia abajo.”

Pero no pudo ser. Entre el campo 1 y el campo base, Yannick no aguantó más y falleció. “Todavía no me hago a la idea, y siento un cierto desasosiego con mis decisiones y mi actuación. Y me siento como el médico que no pudo salvar la vida de un paciente. Y es así como hoy, dos días después, me acechan todas las dudas y todos los reproches.”

Son días duros en el campo base del Makalu, que para Ferrán Latorre “ya no es el mismo. Alguien dice que el mundo sigue mientras aquí se para. Y es cierto. Aquí lamentablemente a veces el tiempo se para sin que podamos hacer nada. Y subir montañas como ésta, responde más a volver a poner el reloj en marcha que a ser un gran escalador. A volver a ponerlo en marcha, a pesar de todo el apoyo y el respaldo de mucha gente, a menudo con la angustia de hacerlo solo.”

Las últimas palabras de Ferrán desde el campo base son de agradecimiento y pésame: “Sólo quería dar mi agradecimiento a toda la gente que colaboró en el rescate, y que fueron, con mayor o menor medida, casi todos.

Y sobre todo dar el pésame a los familiares y amigos de Yannick.”


Descanse en paz.